Imagina un lugar rodeado de montañas verdes, bruma matutina y aroma a café recién tostado. Así es Tacuba, un municipio que pareciera estar detenido en el tiempo pero que, cada año, estalla en júbilo durante sus fiestas patronales.
Celebradas en honor a San Martín Obispo, las fiestas patronales de Tacuba no solo son una expresión religiosa, sino una declaración de identidad y resistencia cultural.
Aquí, la fe y la fiesta caminan de la mano, mientras la comunidad se transforma durante noviembre en una especie de aldea mágica.
Este no es un evento cualquiera: es una celebración profundamente arraigada, marcada por las costumbres rurales, el espíritu comunitario, y una fuerte conexión con la tierra.
Tacuba no tiene multitudes como Santa Ana, pero tiene algo que pocos pueden ofrecer: autenticidad pura.
Tacuba es un pueblo indígena con raíces precolombinas. Su nombre proviene del náhuat Tacuapan, que significa "Río de la Serpiente", y desde tiempos coloniales ha sido un lugar de encuentro entre culturas: la indígena, la española, y la criolla.
Rodeado de cafetales y ríos cristalinos, Tacuba está ubicado en el departamento de Ahuachapán, en una zona donde la agricultura es la base de la vida. Eso se nota en cada aspecto de sus fiestas: desde las procesiones hasta la comida, todo huele a tierra fértil y a historia viva.
Las fiestas patronales de Tacuba se celebran en honor a San Martín Obispo de Tours, cada 11 de noviembre, pero las actividades suelen comenzar desde los últimos días de octubre y se extienden por más de dos semanas.
Estas celebraciones son una mezcla deliciosa de:
Eventos religiosos: misas, procesiones, rezos del rosario, alboradas.
Actividades culturales: presentaciones artísticas, teatro callejero, danzas folklóricas.
Fiesta popular: música en vivo, comida típica, reinado, desfile de correos y quema de pólvora.
¿Quién fue San Martín? Un obispo francés del siglo IV, conocido por su humildad y por haber cortado su capa para compartirla con un mendigo. Su figura es símbolo de compasión y solidaridad, valores que resuenan profundamente en Tacuba.
Durante las fiestas, la imagen del santo recorre el pueblo en una procesión solemne, donde la gente camina en silencio o entre cánticos, con velas encendidas y una devoción que se palpa en el aire. Es uno de los momentos más emotivos de todo noviembre.
Una de las tradiciones más esperadas por los tacubenses es la elección de la Reina de las Fiestas Patronales. Este no es un concurso superficial. Las candidatas representan a los cantones, caseríos y barrios del municipio, y cada una muestra su identidad local a través de vestuarios típicos, discursos comunitarios y presentaciones artísticas.
La coronación es un evento lleno de luces, música, discursos de autoridades y lágrimas de emoción. Para muchas jóvenes, ser reina es un orgullo que se lleva de por vida.
El Desfile de Correo es otro plato fuerte. Carretas decoradas, caballos, bandas de paz, comparsas, motociclistas y hasta personajes pintorescos como “el diablo”, “la muerte” y “el torito pinto” llenan las calles del casco urbano en un recorrido que une a toda la comunidad.
Aquí no hay gradas VIP ni acceso exclusivo. Todo el mundo tiene el mejor asiento: el de la calle, donde los aplausos, los selfies, las risas y los gritos forman parte del espectáculo.
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Tacuba es cuna de tradiciones artísticas. Durante las fiestas patronales, se organizan:
Concursos de danzas folklóricas.
Obras de teatro callejero.
Encuentros de marimbas y grupos musicales.
Las escuelas locales y casas de la cultura preparan presentaciones con meses de anticipación. Cada acto artístico es una forma de preservar el legado cultural de la región y educar a las nuevas generaciones en el amor por sus raíces.
Cada día comienza con una alborada: cohetes al amanecer, repique de campanas, y música en altavoces que despiertan a todo el pueblo con un solo mensaje: "¡Hoy hay fiesta!"
Las procesiones recorren no solo el centro, sino también los cantones más alejados. Aquí no se olvida a nadie. La imagen del santo visita los cafetales, las casas humildes, los cerros. Es una forma de hacer comunidad, de llevar la bendición a cada rincón.
Tacuba tiene algo especial: su espíritu campesino. Durante las fiestas, esto se traduce en:
Ferias agrícolas.
Concursos de cosechas.
Jaripeos.
Exhibiciones de animales de granja.
Es como una Expo rural a pequeña escala, donde los campesinos muestran con orgullo sus productos, desde los mejores granos de café hasta artesanías hechas con jícaras o bambú. Aquí no hay “productos gourmet”, hay productos del alma.
La gastronomía es un capítulo aparte. Las calles de Tacuba se llenan de sabores:
Pupusas artesanales hechas al momento.
Tamales pisques y tamales de elote.
Sopa de gallina india, servida en fondas familiares.
Nacatamales y riguas.
Atoles de elote, chilate con nuegados, y horchata criolla.
Los ingredientes vienen de la zona, y muchos de los platillos se cocinan en fogones. Comer en las fiestas de Tacuba es, literalmente, saborear el occidente salvadoreño.
Cada noche cierra con cohetes, luces, y muchas veces con la tradicional quema del castillo. Estos castillos de pólvora, llenos de colores y figuras giratorias, son armados artesanalmente por pirotécnicos de la zona.
Pero hay más: también se hacen bailes populares, a veces frente al parque central o en canchas comunales, con grupos musicales en vivo que ponen a bailar a toda la comunidad.
Estas fiestas no son solo tradición: son estrategia comunitaria. En un pueblo como Tacuba, donde la migración, la pobreza y el abandono estatal son realidades cotidianas, las fiestas patronales representan:
Un escape.
Un espacio de reencuentro familiar (muchos tacubenses regresan del exterior).
Un impulso económico para emprendedores locales.
Un momento de orgullo colectivo.
Aunque Tacuba no es (aún) una meca turística, durante las fiestas llegan visitantes de Ahuachapán, Sonsonate y hasta de Estados Unidos. Se promueve el turismo rural, el ecoturismo en el Parque Nacional El Imposible, y las rutas del café.
El encanto de Tacuba es que no te trata como turista, sino como invitado de honor.
En algunas zonas todavía se usa el náhuat en cánticos religiosos.
Existen leyendas locales que dicen que San Martín protege los cafetales del granizo.
Algunas danzas tradicionales incluyen máscaras precolombinas.
Hay un grupo de mujeres que se encarga de decorar las calles con flores naturales el día de la procesión.
Durante las fiestas, los mensajes en altavoces no paran ni de madrugada (¡ni lo intentes evitar!).
Tacuba no necesita grandes escenarios para brillar. Lo suyo es la cercanía, el sentido de pertenencia, el arraigo cultural. Cada noviembre, este pequeño municipio demuestra que la riqueza no está en lo que se ostenta, sino en lo que se comparte.
Las fiestas patronales de Tacuba son como su gente: humildes, trabajadoras, pero con un alma gigante.
Y si un día llegas, lo entenderás sin que nadie te lo explique.
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